La relación entre lo que comemos y el cuidado del medioambiente puede no ser evidente, pero son dos temas que están estrechamente vinculados. ¿Cómo se relacionan? Ahora veremos algunos de los aspectos más relevantes*:
CONSUMO: ¿qué tipo de alimentos elegimos?
Nuestros hábitos alimenticios y las elecciones que hacemos cada día respecto a lo que comemos, tienen un impacto en nuestra salud, pero también en el entorno a nivel económico, político, social y, por su puesto, ambiental. El modelo de producción a gran escala y la industrialización masiva son una de las causas más grandes de contaminación y destrucción de la naturaleza.
Sabemos que es cada vez más común elegir alimentos ultra procesados, productos importados y productos transgénicos porque se encuentran en casi todas las opciones de comida rápida y comida chatarra que nos ofrecen los supermercados y algunos expendios de comida. Elegir estas opciones frente a alimentos locales y producidos de manera más sana, aportan a que la base de recursos naturales para suministrar alimentos, se vaya debilitando, porque el sistema alimentario actual tiende a una producción de alimentos que contribuye a la degradación de la tierra, la disminución de la fertilidad del suelo, el uso insostenible del agua y la degradación del medio marino, entre otras consecuencias.

PRODUCCIÓN: ¿De dónde vienen esos alimentos?

Saber -y no saber- dónde se producen nuestros alimentos y quiénes son las personas involucradas en los procesos productivos es una buena manera de ver cómo vivimos la relación con nuestra alimentación. Si somos capaces de preguntar a la persona que nos vende los alimentos, dónde y cómo se han producido, somos afortunadxs. Incluso más si somos nosotras y nosotros quienes producimos y cultivamos alimentos en nuestra casa o en el barrio. Consumir productos locales es altamente recomendable: así los productos no necesitan consumir tantos recursos para transportarse hasta nuestra mesa. Mientras más lejos se produzca un alimento, mayor será su contribución al cambio climático por el transporte y siempre será más difícil saben en qué condiciones ambientales y sociales fueron producidos los alimentos.
IMPACTO: ¿Cuál es la huella de la comida?
Antes de llegar a nuestra mesa, los alimentos que consumimos han sido producidos, almacenados, transformados, envasados, transportados, preparados y servidos. En cada una de estas fases se liberan gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Casi todos los ingredientes en su última comida fueron obtenidos de una porción de tierra que alguna vez fue un hábitat silvestre, más de la mitad de toda la tierra cultivable en el mundo ha sido despejada para la agricultura o ganadería. Mientras haya más producción a gran escala, habrá más deforestación, más erosión del suelo y de la biodiversidad.
Para reducir estos impactos, se plantean mejoras en la eficiencia de los procesos, pero cambiar algunas pautas de consumo podría contribuir a reducir todavía más los impactos ambientales vinculados a los alimentos. En general, los productos cárnicos y lácteos tienen mayor huella de carbono, y se usan más materias primas y agua por kilogramo que cualquier otro alimento. El ganado supone casi 2/3 de las emisiones de efecto invernadero y el 78% de las emisiones de metano.
Cambiar tu dieta puede hacer una gran diferencia en tu huella ambiental, desde ahorrar agua hasta reducir la contaminación y la pérdida de bosques.
DESPERDICIO Y RESIDUIOS: ¿Qué queda después de comer?
No solo es importante preguntarnos de dónde viene nuestra comida, sino también qué pasa con lo que no comemos y con todos los envases y envoltorios que vinieron con nuestros alimentos.
Se estima que 30% de los alimentos producidos al año se desperdician en todo el mundo, lo que equivale a unos 1300 millones de toneladas de comida. Cuando desperdiciamos alimentos estamos también desperdiciando recursos muy valiosos: agua, energía, combustibles, inversión económica, suelo, fertilizantes, el trabajo de miles de personas, amor y dedicación.
Al pensar en los costos del despilfarro nos damos cuenta de que nuestra deuda ambiental es incalculable debido a las emisiones de gases de efecto invernadero de la producción y el transporte, al incremento de la escasez de agua por riego innecesario, a la pérdida de grandes superficies de bosques talados para la producción de comida, a la cantidad de tierra erosionada, a la pérdida de polinizadores y biodiversidad a causa del extremo uso de fertilizantes y pesticidas que se usan para la agroindustria y muchos otros factores que simplemente se transforman en desperdicio.
TRANSGÉNICOS: ¿Cuáles son los riesgos?
En Bolivia se produce soya transgénica desde el 2005. Este año se aprobó un decreto que permitiría la producción de cuatro tipos más de transgénicos (maíz, algodón, trigo y otro tipo de soya transgénica). La producción de transgénicos viene en paquete con potentes agroquímicos que contaminan el agua, erosionan el suelo y enferman a las poblaciones. También, son parte de un modelo de producción que requiere grandes extensiones de tierra, por lo que promueven sistemáticamente la deforestación y destrucción de hábitats. Además de tener muchos impactos sociales, el modelo de producción con semillas transgénicas es una amenaza a la diversidad local de semillas.
¿Qué puedes hacer tú?

*Con datos de apuntes del Curso Virtual “La alimentación como herramienta de Transformación Social”, junio de 2020