Por Eliana Navarro, creadora de GiraLuna y Juntuchas por la Alimentación
No sé si a ustedes, por lo menos a mí sí me ha pasado, y soy franca, he tenido muchos obstáculos en mi trayecto como cocinera, distintas etapas, distintos ritmos de trabajo, muchas horas laborales, mucho aprendizaje, muchos errores, mucho amor, muchas lágrimas también. Las últimas, o las más recientes fueron en marzo cuando la decisión final se dio como un veredicto de sentencia: había que dejar el restaurante cerrado, con las cortinas bajas, los platos intactos, el salero sin salar, las sillas quietas, los vasos nuevos casi sin estrenar, el cartel con el último menú y la pizarrita pequeña que decía: “Cerramos hasta nuevo aviso”. Resulta que las letras blancas de la tiza se hicieron perennes en la pizarra y cuando luego de bastante tiempo le pasé la esponja mojada para limpiarla, limpié también un poco los ánimos de caída, de fracaso, de dolor, y de adioses.
No soy buena empresaria, me faltan años de sobrevivir a los números tormentosos de un alquiler, y las cuentas no coordinan una buena coreografía en mi cabeza. También me falta aprendizaje en entender las propiedades privadas y sus beneficios. Creo que prefiero no tener propiedades y sí ideales. Poseo sueños, y quizás sean estos mi mayor tesoro, porque al iniciar el día, lo que me impulsa a levantarme nuevamente -aparte de saber si mi Violeta está destapada- son mis sueños.
Por suerte hay siempre gente linda alrededor que va creyendo en los sueños de uno, porque uno sueña también para los otros y mis sueños tienen que ver con platos que despiden aromas, con platos que tienen color de nutrición, aroma a libertad y sin crueldad, y sensaciones de acompañar tu cuerpo, tu salud y bienestar. Mis platos no son perfectos, son necesarios.
Con la llegada de la cuarentena, se remontó un proyecto que venía siendo realidad desde febrero, Juntuchas por la Alimentación, remontó con energía con unos ciclos de Cocina de resiliencia y luego con Agricultura de Resistencia. Mientras tanto GiraLuna reposaba esperando noticias ilusas de dejar la cuarentena y reabrir nuestros espacios. Pues bien, seguimos con el lema quédate en casa, pero quedarse en casa significó triplicar el trabajo del hogar, más esfuerzo, menos tiempo libre y un montón de cosas que resolver por dentro, porque quedarse en casa, te obliga sí o sí a estar encerrada contigo misma. En fin…
Así es que en la reestructuración de GiraLuna, una bella caserita llamada Isa de Folk me lanzó una buena idea trabajar un catálogo con una aplicación de WhatsApp business. Fue así que sartén en mano, horno trasladado, recomencé a hacer más recetas, algunos cambios, mejoras, nuevas fotitos improvisadas y nació mi producción un poco más ordenada: Línea de carnes vegetales, líneas de quesos vegetales, línea de fomento al tarwi, línea de repostería y línea de menjunjes. Hace mucho que deseaba poner un catálogo y por fin lo pude hacer. Así que allí está para que me puedan realizar sus pedidos.


Hay muchos emprendimientos que cerraron puertas y sé ahora cómo duele, es desgarrador, porque uno va poniendo pedazotes de vida, en el mercado, en la cocina, pensando, publicando, lavando…. ¡Oh por favor! ¡Cuántas horas lavando!, pero te das cuenta que tras toda vajilla sucia hay un cuerpito bien alimentado. Siempre dije que un gracias qué delicia, es el homónimo a un gran aplauso luego de la obra de teatro y tengo la suerte de haber recibido aplausos en escena y muchas “gracias” tras haber dejado el plato limpio y el corazón lleno.

La resiliencia está presente en todos lados y de todas las formas y estará en todo momento. Esta batalla está hecha de cierres, ciclos, decepciones, pero también de ejemplos, de apoyo, de gratitud e ilusión. Soplo fe a todos quienes cerraron sus puertas, pero que abrirán otras formas de sus sueños en cualquier momento. Gracias, muchísimas gracias, a tod@s l@s que me escucharon caer en pedacitos, y con sus palabras armé nuevamente el rompecabezas.
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