Autoras y Autores (1): Gonzalo Uscamaita, Roxana Mendizabal Delgado, Rita Saavedra G, Claudia Sanz, Ximena Guerrero, Rita Clavijo, Guely Flores B., Joan Rechberger, Ariel de La Rocha y Matilde Rada
Coordinación y edición: Joan Rechberger, Matilde Rada
Este 16 de Octubre, Día Mundial de la Alimentación, queremos aprovechar la ocasión para hablar del miedo más profundo que ha resurgido este año en La Paz: vivir de nuevo la escasez de agua, como en el 2016, cuando 94 barrios del municipio tuvieron racionamientos estrictos (2). En el último año, la mitad de la población mundial ha experimentado escasez de agua (3). Hasta principios de octubre del 2023, 105 municipios y siete departamentos de Bolivia se han declarado en emergencia por la sequía, mientras se espera que los peores problemas por la escasez de agua ocurran entre enero y mayo del 2024. (4)
La disminución del abastecimiento de agua es alarmante y cientos de miles de familias, comunidades y animales ya están viviendo esa tragedia. En La Paz, bajan los niveles de las represas y se rompen récords históricos de altas temperaturas. La preocupación generalizada es alimentada por preguntas como ¿Qué podemos hacer para mitigar la crisis hídrica, o al menos adaptarnos a ella sin morir en el intento? Es pues la vida misma la que está en riesgo.
En este artículo, invitamos a mirar las crisis desde un enfoque de sistemas alimentarios, notando la estrecha relación entre nuestros modos de consumir alimentos con las sequías y la contaminación del agua. Asimismo, la crisis abre una posibilidad de transicionar hacia nuevas formas de relacionarnos con el agua y los alimentos, desde una transformación social que ponga el cuidado de la vida en el centro.
“El agua es alimento para nosotros/as. Es parte del consumo diario que hacemos, es un nutriente, nos aporta bastante oxígeno, es H2O, y cuando tomamos agua en las condiciones que mínimamente deberían estar para la población que pagamos -porque nosotros pagamos por ese servicio- debería ser agua sana, agua limpia, y eso no se está dando”.– Rita Saavedra
¿Cómo se relaciona la alimentación con el cuidado del agua?
El agua es parte de nuestro cuerpo, no sólo porque literalmente constituye un 80% de nuestro organismo, sino también porque nos nutre con su composición química, así como hace posible la agricultura nutriendo la tierra.
En este momento estamos entrando al tiempo de Jallu Pacha, conocido también como tiempo de la lluvia y tiempo de la fertilidad, donde las comunidades realizan rituales al agua para velar por el cuidado de los cultivos.
Desde un enfoque de sistemas alimentarios que engloba a todos los elementos y actividades relacionadas a la producción, la elaboración, la distribución, la preparación y el consumo de alimentos (5), el agua es un elemento esencial que hace posible la alimentación.
Actualmente, el sistema alimentario predominante, que es el agroindustrial o el agronegocio (6), está vinculado a varias crisis como: la climática, de la biodiversidad, la malnutrición, y, por supuesto, la hídrica. Estas crisis se retroalimentan, por ejemplo, la escasez de agua influye en la variabilidad de precios de los alimentos, haciendo más difícil su acceso para las y los consumidores.
Según la FAO, a nivel mundial la agricultura utiliza el 70% del agua dulce y se espera un aumento del 5,5% a 2050, en un contexto donde, las sequías aumentan la presión sobre las fuentes de agua locales (7). Por otro lado, los agroquímicos y fertilizantes contaminan las aguas superficiales y subterráneas, además de provocar lluvias ácidas (8); comprometiendo la calidad del elemento para el consumo.
Una herramienta útil para medir nuestro consumo de agua en lo alimentario es la Huella Hídrica, que indica el consumo directo o indirecto que hacemos del agua dulce. A nivel mundial, la dieta de una persona requiere 2.000 a 5.000 litros de agua en promedio para producir los alimentos que consume, lo que no es sostenible considerando que dos tercios de la población mundial podría vivir con estrés hídrico en 2025 si los patrones de consumo se mantienen (9).
La crisis de la malnutrición se relaciona con la crisis del agua porque las dietas hipercalóricas tienen una huella hídrica alta con un gasto adicional de 729 litros por persona al día en comparación a una persona con una dieta promedio. Esto se debe a que la comida rápida se caracteriza por un alto consumo de carne y de verduras que proceden de monocultivos (10).
En Bolivia, la industria agrícola y ganadera representan el 70% del consumo de agua, mientras que los hogares representan el 10%. A nivel per cápita, en Bolivia la Huella Hídrica diaria es de 9.500 litros de agua, siendo incluso mayor que la de un habitante de Estados Unidos, que es de 7.800 litros (11).
Nombrar la crisis y apostar por la vida
A mediados de 2023, en el barrio de Sopocachi, el agua de los grifos empezó a cambiar de color a blanco amarillento, provocando que las vecinas y los vecinos unan sus voces para hacer denuncias, lo que captó la atención de las autoridades y develó permisos de minería cerca a la represa de Hampaturi, así como la presencia de pasivos ambientales muy cerca a la represa. No se atendió a las denuncias de Sopocachi sobre la contaminación de la represa de Milluni, pero ahora la población sabe que el agua está contaminada con patógenos y metales pesados.
Este año (2023), se rompieron récords de temperatura tres veces en el municipio paceño, y la más alta fue el 10 de octubre con 28,9 °C, lo que implica menos lluvias y más sequías, que representan falta de agua para riego y para consumo. Así como pasó el año pasado, la sequía afectará a la cosecha de este año, preocupando profundamente a agricultores y agricultoras tanto en áreas rurales como urbanas, quienes se preguntan:
“¿Con qué vamos a regar a nuestras plantas?”
“¿Cómo decidir qué plantas regar y cuáles no?”
En la crisis, se hace más visible la incoherencia de las empresas y del “consumo suntuario”, referido al uso de agua con fines no vitales. Es decir, quienes provocan más impactos negativos, tienen más facilidades de acceso, mientras que las autoridades sólo dan soluciones temporales y las campañas educativas se orientan a los hogares, poniendo más presión sobre quienes son más afectados y afectadas.
Tratando de entender esto de manera sistémica, en un planeta sin fronteras, donde todos los focos de humedad, los bosques tropicales y los ríos voladores importan para hacer posible nuestra existencia. Podemos identificar que la crisis del agua no es sólo local y está interrelacionada a amenazas nacionales e internacionales, como la minería, la deforestación, los incendios forestales, la siembra de cocales, la destrucción de bofedales y la agroindustria.
En Bolivia, el 96% de los productos de la agroindustria se destinan a la exportación. Este modelo de producción utiliza el agua local, afectando y desplazando a comunidades, para exportar los productos al mercado internacional y acumular riquezas en pocos propietarios de las tierras. Si observamos con detenimiento, estamos exportando agua.
El consumo es el terreno donde cuidamos la vida
En las áreas urbanas de La Paz, se nos impone la individualización de todo, incluida la crisis. Pero, estando al tanto de las interrelaciones sistémicas de la vida, podemos elegir hacernos cargo personal y colectivamente de la transformación inevitable.
Si vamos por niveles, lo primero que podemos hacer desde el consumo alimentario es tomar acciones de impacto que empiezan por una misma y uno mismo. Por ejemplo, reducir el consumo de carne, de productos que provienen de la agroindustria (como la soya, el sorgo, la caña de azúcar, el maíz, el trigo, el girasol) y sus productos transformados. También disminuir productos que contaminan el agua, como detergentes y esponjas industriales.
Por otro lado, también podemos consumir productos de territorios donde el agua es más vulnerada así como territorios donde su conservación es más vital para los ecosistemas, como por ejemplo productos de la Amazonía y de comunidades productoras que defienden las prácticas agroecológicas.
Sin embargo, hay que recalcar la importancia de no cargar el problema de la crisis hídrica sobre los y las usuarias, por lo que, es necesario acompañarnos en nuestros procesos personales de consumo, ya sea en redes familiares, afectivas o comunitarias, además de compartirlos para que más personas puedan replicar las prácticas exitosas locales.
En un segundo nivel, desde el consumo activo podemos colectivizar los procesos de mitigación y adaptación a la crisis hídrica, sumando voces a nivel departamental, nacional, regional y mundial.
Podemos juntarnos.
A nivel departamental, La Paz tiene una población de 2.927.000 personas, que, si se unirían por objetivos comunes y concretos, como la defensa de la Amazonía y del Madidi, quién sabe los impactos que podrían tener. Por ejemplo, ejercer presión sobre grandes industrias contaminantes de agua, o exigir la aplicación de planes de racionamiento diferenciados (12).
Las acciones colectivas en red abren posibilidades de hacer un viraje hacia mundos donde el cuidado del agua permita la seguridad alimentaria. Una estrategia de acción es ejercer control social a las empresas e industrias privadas y públicas que operan en nuestro territorios. Por ejemplo, demandar un diagnóstico del número de empresas activas y su uso de agua, un mapeo de los ojos de agua a nivel municipal, un cumplimiento de protocolos de uso de agua y un diálogo permanente entre empresas y sociedad civil en espacios abiertos a todo público.
Desde el consumo alimentario, con una mirada sistémica, apostamos por nombrar las crisis y recuperar la esperanza avanzando colectivamente hacia el cuidado de la vida. Acompañándonos en nuestros procesos personales, colectivos y comunitarios más allá de las fronteras y las causas únicas, por la reivindicación del acceso de todos y todas al agua limpia y sana.
Referencias
- El presente artículo fue una colaboración de las y los participantes de la Mesa de Consumidores y Consumidoras del Comité Municipal de Seguridad Alimentaria La Paz
- Perales, Víctor Hugo. (2018). La crisis del agua en La Paz: Cambios y racionamiento del agua. Instituto de Investigaciones Sociológicas Mauricio Lefebvre (IDIS). Revista Temas Sociales, No. 43
- IPCC. (2023). Summary for Policymakers In: Climate Change 2023: Synthesis Report
- Sierra, Yvette.(2023). Bolivia: 105 municipios de siete departamentos se han declarado en desastre por la sequía.
- Graziano da Silva, José. (2021) Sistemas alimentarios en América Latina y el Caribe: Desafíos en un escenario pospandemia. FAO y CIDES.
- El agronegocio es “un sistema productivo a gran escala que está exclusivamente orientado a la producción de commodities agrícolas para el mercado internacional” (Castañón,2017).
- ONU Agua (2020). Agua y Cambio Climático: Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos.
- Ibarra, Rosalía. (2010). Cambio Climático, Seguridad Alimentaria y Derecho Humano a la Alimentación. Universidad Nacional Autónoma de México
- FAO. (2019). Escasez de agua: uno de los mayores retos de nuestro tiempo.
- Carrión, Marta. (2021). La comida basura también afecta al agua y al planeta. El Ágora Diario
- Fundación Agrecol Andes. (2020). Boletin Cuidemos el Agua: información, reflexión, sensibilización y motivación para la acción. N°7.
- En el caso de La Paz, el plan de racionamiento podría ser escalonado y obligatorio según niveles de uso de agua, donde se priorice a las empresas constructoras, las fábricas, las grandes empresas y los mataderos municipales.
- Las fotografías del artículo pertenecen a Sol Barea para el archivo de Cosecha Colectiva 2023